patrimonio, arte, identidad, arte, cultura, arte, desarrollo.

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jueves, 3 de septiembre de 2009

Lobitos: Proceso de revaluación de un pueblo petrolero


En la región Piura, a Norte de Perú, se encuentra el pueblo de Lobitos, construidos por una empresa petrolera a empiezo del ‘900. Recientemente el INC Peruano decidió de declararlo Patrimonio de la Nación.



Cada año los surfistas llegan a la playa Lobitos, para correr las olas del Océano Pacífico. Justo detrás de los cerros de arena y lomas, el antiguo pueblo quedó en estado de abandono, y solo pocas viviendas siguen abitadas.


Era mitad del 1800 cuando se empezaron las perforaciones de pozos de petróleo en Talara. Varias compañías extranjeras llegaron entonces en la zona, atraídas por el “oro negro” y la perspectiva de mano de obra barata. Una de estas, la Oilfield Limited eligió Lobitos como centro vivencial.


El campamento edificado por la Oifield Limited fue sin duda peculiar. Construido enteramente en madera de Óregon el pueblo contaba con un club social, un muelle, un desalinizador de agua marina, y el primer cinema de Latino América. Se fundó también la Iglesia del Sagrado Corazón de Jesús, uno de los pocos templos peruanos construido enteramente en madera, y con un estilo neogótico poco común en el país.


Estas características arquitectónicas, llamaron la atención de la directora regional del Instituto Nacional de Cultura de Piura, Mónica Briceño Celi, que propuso de declarar Lobitos como Patrimonio de la Nación. El 23 de Octubre la resolución fue aprobada, y el INC declaró patrimonio a Lobitos, calificando de “intangibles” los edificios de la iglesia y del palacio administrativo.


Sin embargo, los funcionarios del INC tuvieron que enfrentar diversas dificultades. En los años ’70 el terreno fue cedido a las Fuerzas Armadas, que abandonaron el campamento petrolero construyendo otras viviendas. Las mismas fuerzas armadas dieron el permiso a los civiles de derribar los edificios del pueblo viejo, para poder vender la madera y el hierro como chatarra.
Solo 20 casonas alquiladas a privados por el ejército quedan intactas hoy en día. Todas las otras edificaciones padecieron graves daños, y los chatarreros, no obstante la declaración de Patrimonio y las advertencias del INC no parecen querer detenerse.


La situación se complica en cuanto las autoridades militares son cómplices del derrumbe. A primeros de Noviembre algunos periodistas fotografiaron los ladrones empeñados a desmantelar el viejo muelle artesanal de hierro y madera junto a algunos soldados de la base militar. A esto se suma una orden de desalojamiento que llegó a los residentes de las casonas, después que estos denunciaron chatarreros frente la Inspectoría General del Ejército.


Mónica Briceño Celi declaró que gracias a las fotografías de los residentes y de los funcionarios del INC se podrá probar que hubo un daño sistemático al complejo e iniciar un proceso sancionador y penal contra los responsables.


Los inquilinos de Lobitos declararon estar dispuestos a comprar el lugar que actualmente ocupan, con la ayuda del fondo Pro-Vivienda que se demostró interesado en apoyar la iniciativa. El Gobierno mismo decidió invertir US$100 millones para levantar un complejo turístico en la zona, que incluiría campos de golf y varios hoteles de lujo; los esfuerzos están así concentrados en la misión de hacer recuperar a Lobitos el esplendor que vivió hace un siglo.

Zaña, un pueblo fantasma al norte del Perú


En la región norteña de Lambayeque, en el pequeño pueblo de Zaña, cuatro iglesias coloniales recuerdan un importante pasado virreinal.

En 1563, por disposición del virrey López de Zúñiga fue fundado Santiago de Miraflores de Zaña, a las orillas del río Zaña. La ciudad se enriqueció con la producción de caña de azúcar que era comercializada en la costa gracias a la navegabilidad del río.

La Villa de Zaña fue una ciudad importante en la época colonial. También el conocido cronista Gaman Poma de Ayala la nombra en su “Nueva corónica y buen gobierno” (Cap. 33 pág 1028).


CIVDAD
La dicha uilla de Zana fue fundado en el año y mes y día del papa
Glemente y del rrey enperador don Carlos. Esta dicha uilla lo fundó el tiníente
de don Francisco Pizarro, gouernador.

Y es de buen tenple y buenos cristianos, seruidor de Dios y de su Magestad. Y tiene bastimiento de comida y de todo lo nesesario, pobrécimo de plata y poco oro y tiene fruta, buena gente amoroso y tienen caridad y limosna. Y tienen yglecias, seruicio de Dios y pulicía. Y jamás an tenido suspecha todo los caualleros, bezinos y soldados; se quieren y se honrran y no ay mentiras ni leuantamiento de testimonios y tierra de buen tenple. Todos los españoles como saserdotes, yndios, negros a una mano son cristianos y pulidos. Aunque pobre de plata, bien se tratan y dan limosnas a los pobres.

Jamás a entrado jueses en ellos y son bien criados y dotrinados. Obedesen a sus justicias y no se matan ni tienen pleyto entre ellos ni le buscan a los forasteros. Y cienpre acuden al seruicio de Dios y de su Magestad. Y comen y beuen muy honrradamente, llamando a su mesa a los pobres soldados en esta uilla.



A cincuenta años de su fundación Zaña era una de las ciudades más opulentas y ricas del virreinato, cabeza principal de la entera provincia. A la llegada de los misioneros se construyeron bien siete iglesias, en estilo barroco peruano; Zaña fue llamada la “Sevilla del Perú”.

Desde la mitad de 1600 las ciudades costeras peruanas empezaron a sufrir los saqueos de los piratas portugueses y británicos. En 1686, aprovechando el fácil acceso a través del río, el pirata ingles E. Davis, invadió y saqueó Zaña, dejándola en ruina. Los pobladores españoles y criollos abandonaron temporalmente la ciudad, dejando los cultivos de caña de azúcar a esclavos y subalternos.

Lentamente Zaña resurgió, y los pobladores regresaron a su tierra, para vivir ahí un breve periodo de paz. El 15 de Mayo de 1720 las aguas del río Zaña dejaron su cauce e inundaron la ciudad destruyéndola casi completamente. Después de este acontecimiento el éxodo fue completo.

Solo muchos años después nuevos habitantes poblaron la zona. Ahora Zaña es un pueblo soñoliento y árido, de calles de polvo y casas de concreto, donde solo quedan las ruinas de cuatro de las siete iglesias.

El convento de San Agustín es sin duda el mejor conservado. Fue construido a fines del siglo XVI, en un estilo gótico poco presente en Perú. Quedan intactos los muros principales, la nave central y la bóveda de esta, apoyada sobre finos arcos cruzados. Del hermoso claustro en estilo renacentista solo quedan las columnas, y el pozo central.

La iglesia de san Francisco fue probablemente construida entre 1585 y 1590 a la llegada de los franciscanos a Zaña. Ahora solo queda un arco y una de las paredes de la nave, donde todavía se pueden apreciar tijerales y adornos.

Los mercedarios llegaron a Zaña en 1637. Probablemente la iglesia de La Merced se fundó poco después de esta fecha. Queda intacta la fachada en estilo clásico, con el frontón triangular, y las dos torres campanarios.

La Iglesia Matriz edificada al comienzo de 1600 era quizás la más imponente. Su planta a cruz latina hacía acordar una basílica europea; una nave central que terminaba con el ábside, y dos naves laterales que hospedaban las ventanas. Hoy en día quedan solo algunas columnas y restos de las antiguas paredes.

La región de Lambayeque es una de las más visitadas del Perú. Sin embargo, la poca información aísla Zaña del negocio turístico, dejándola sin recursos y sin posibilidades para un proyecto de desarrollo; Nosotros esperamos en la pronta intervención de los organismos de defensa del patrimonio, que salven las cuatros iglesias de un lento y cierto derrumbe.

lunes, 6 de julio de 2009

El (des) cuidado del patrimonio nacional peruano.


Cuando llegué a Perú desde Italia, hace cuatro años, ya me estaba especializando en Antropología, y más precisamente en temas de revaluación de patrimonio y museología.
En Italia una buena parte de la economía nacional se desarrolla alrededor del turismo, y por reflejo, al cuidado del patrimonio histórico nacional. Cada columna romana, cuadro renacentista e iglesia barroca son puestos en valor, para que el turista pueda apreciar cada pequeña expresión artística pasada y moderna.
Lo que me llamó la atención en Perú fue el descuidado total o parcial de algunas obras de arte; enteros sitios arqueológicos son dejados a si mismos o casi, para que los huaqueros puedan aprovecharse de ellos. Muy a menudo iglesias coloniales que exponen imponentes retablos dorados, o cuadros de los maestros cuzqueños carecen de un guardián que pueda hacerse cargo de ellas. O, si hay un guardián este no tiene más que un pito y un bastón para defender el patrimonio colonial de los posibles malintencionados.
Como reporta una conocida experta de patrimonio peruano, Mariana Mould de Pease, esta es una situación conocida por las autoridades municipales y gubernamentales, y a la cual no se pone reparo por desinterés y no comprensión del real valor del arte colonial. El Perú todavía no se da cuenta de cómo, con una política cuidadosa de revaluación del patrimonio la entera nación podría salir beneficiada.
Muchas de las obras de arte colonial mejor preservadas, y puestas en entornos naturales vírgenes, calidades que el turismo internacional aprecia, se encuentran en regiones extremadamente pobres del Perú, como Huancavelica, Apurímac o Andahuaylas. Un turismo responsable podría ayudar el desarrollo de estas zonas y el bienestar de sus pobladores.
El descuido de las obras de arte trae consigo otros de los problemas que afectan el patrimonio nacional: el tráfico ilícito de obras de arte, que en Perú es casi una realidad cotidiana. Por tráfico ilícito de bienes culturales se entiende, en general la exportación o importación ilícita de obras de arte del o al territorio peruano. Y la transferencia de propiedad ilícita de bienes culturales dentro del territorio peruano.
En el artículo 21 de la Constitución Peruana se puede leer: “Los yacimientos y restos arqueológicos, construcciones, monumentos, lugares, documentos bibliográficos y de archivo, objetos artísticos y testimonios de valor histórico, expresamente declarados bienes culturales, y provisionalmente los que se presumen como tales, son patrimonio cultural de la Nación, independientemente de su condición de propiedad privada o pública. Están protegidos por el Estado. La ley garantiza la propiedad de dicho patrimonio. Fomenta conforme a ley, la participación privada en la conservación, restauración, exhibición y difusión del mismo, así como su restitución al país cuando hubiere sido ilegalmente trasladado fuera del territorio nacional”.
De hecho en materia de bienes culturales la Constitución Peruana es muy a menudo no respectada, y la lista de INC (Instituto Nacional de Cultura) sobre las obras de arte robada se amplía cada mes más. Las obras de arte colonial, que se encuentran en iglesias que escasean de la seguridad apropiada, son blanco fácil para los traficantes. Otras veces son los mismos encargados de la seguridad a abrir paso a los ladrones.
Falta una sensibilización de la ciudadanía. En las conclusiones del III Taller Regional contra el Tráfico Ilícito de Bienes Culturales, Bogotá 2002, se puede leer que es necesario “Enfatizar en el concepto de responsabilidad compartida para vincular a la comunidad de manera activa en la conservación de su patrimonio”. A no saber la importancia y el enorme potencial del patrimonio nacional, los pobladores no se dan cuenta de cuanto pueden perder a permitir huacos y robos de obras de arte, ni de cuanto podrían beneficiar de un adecuada política de desarrollo del patrimonio.
Las oficinas regionales del INC muy a menudo faltan de las herramientas apropiadas para poder trabajar de manera efectiva. No hay todavía un estricto inventario de los bienes culturales, presentes en territorio nacional, hecho que simplifica la desaparición de las obras de arte; si las autoridades competentes no saben de la existencia de estas, es como si efectivamente no existieran.
Sin embargo, la lucha contra el tráfico de obras de arte tiene que continuar. Una campaña de sensibilización ciudadana, y una metodología de catalogación de las obras de arte, podría ayudar en un futuro a reducir el número de robos, y a preservar intacto el valioso patrimonio cultural peruano.